(Bayamo, Cuba, 1969). En su país de origen se graduó en la Escuela Nacional de Instructores de Teatro (1991), ganó varios premios literarios y publicó dos libros: La bufanda (teatro, 1995) y Los gallinazos (poesía, 1995). En 1996 se exilió en el Uruguay, donde ha publicado Las trampas del paraíso (novela, 1996), Pequeñas Querencias (poesía, 1997), La ida por la vuelta (novela, 1998), Una oscura pradera va pasando (poesía, 2000) y Postales que nadie pedía (prosa, 2004).
Se desempeña como docente de la Universidad ORT y colaborador del suplemento Cultural del diario uruguayo El País.
Además, mantiene inéditos los siguientes libros: Los ojos del agua (relatos), Corriente de fondo (poesía), El ojo del amo (poesía), Palabras con mal aliento (poesía) y El mar escrito (novela).
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Ser
Para escribir, para matar o hacer política,
para gozar las cosas de este mundo,
es preciso ocultar una pierna.
Que la pasión no pueda estafarte
y no conozcas los horrores del tiempo.
Sin la pierna
tampoco estarás a salvo,
pero ante todos serás un animal común.
Esa es la tregua, también la trampa.
Apología
Lezama saluda a Lezama,
Guillén saluda a Guillén.
Y a mí, ¿quién me saluda?
Guillén saluda a Lezama,
Lezama saluda a Guillén.
Y a mí, ¿quién me abriga?
Lezama despide a Lezama,
Guillén despide a Guillén.
Y a mí, ¿quién me presta los ojos?
Lezama, Guillén.
Guillén, Lezama.
Y a mí que me parta un rayo.
Dictadura
La flor empapelada,
el chivo expiatorio,
la turbulencia de un cajón
donde todo es polvo
y cenizas...
Estas y otras razones
podrían nombrarse
en la lista interminable
de nuestras miserias.
Pero si quieres saber la verdad
-toda la verdad-
pregúntame por qué no grito.
Ley
Los grandes culpables
no merecen morir.
El asesino, el tirano,
el ladrón de oficio...
no merecen otra suerte
que la sobrevida;
la terrible complacencia
de quienes nunca odian.
La muerte es pura
y tiene su propia ley.
Un revólver descargado
También puede alumbranos.
Umbral
A veces se pierde, y se pierde más
que un brazo, un aroma, un reino.
La ausencia queda y continúa ardiendo,
terca y sola, continúa ardiendo.
A veces, tan sólo a veces, se puede
querer y perder hasta quedarnos
con menos de lo que nunca se tuvo.
A veces, dentro, sólo quedan
las cenizas pesadas de quien se fue
adonde no pudimos.
Contraseña
Voy a entregarte
la linterna;
cuando salgas,
déjala encendida
en tu solapa.
El próximo
no sabrá todavía
que nunca se apaga;
pero comprenderá
que vienes
de la oscuridad.
(tomado de Pequeñas Querencias, EdicioneS PirataS; Mtdeo., Uruguay, junio de 1997)
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