Sandro Pereyra (Lascano, Rocha, Uruguay, 1966). Profesional de la Fotografía desde 1993. Realizó coberturas para el semanario Mate Amargo durante el lapso agosto de 1994 a febrero de 1995 y para el diario La República durante el lapso abril de 1997 a noviembre de 2003. Actualmente integra el colectivo que edita el mensuario La Angostura en Ciudad de la Costa, donde reside.
Sandro Pereyra fue quien (gracias a una paciente investigación periodística) logró, a fines del 2003, sorprender con su cámara fotográfica a Pajarito Silveira, luego de más de veinte años de impunidad y ocultamiento del conocido torturador. Las tomas fotográficas lo captaron a pocos metros de la puerta de acceso al Centro Militar de Montevideo. Al otro día, esas imágenes fueron destacadas ampliamente en primera plana de uno de los diarios de mayor circulación nacional en Uruguay, generando innúmeras y encontradas reacciones.
La historia de esa serie de fotografías será el centro del diálogo que mantendrá, como invitado central, con el público del ciclo de artymañas.
Pajarito Silveira, coronel retirado, formó parte -durante la última dictadura militar uruguaya- del temible Estado Mayor Conjunto (Es.Ma.Co.) y es acusado de haber torturado en 'El Infierno Grande', ubicado en el regimiento 13 de Infantería, y en el centro de penitenciaría 'La Tablada'.
De acuerdo con investigaciones periodísticas y de organizaciones de defensa de los derechos humanos, junto con otro militar conocido como 'Conejo' Medina, fue quien entregó para adopción -a la familia de un uniformado- a la secuestrada nieta del poeta argentino Juan Gelman, aparecida hace poco tiempo en Montevideo.
El ex oficial, según se alega, fue uno de los últimos en ver con vida a la argentina María Claudia Irureta (nuera de Gelman), desaparecida desde 1976, luego de dar a luz a su hija en el Hospital Militar de Uruguay.
Silveira es acusado de torturar a militantes detenidos del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, del Partido por la Victoria del Pueblo y del Partido Comunista del Uruguay.
Testimonios de sobrevivientes son coincidentes en señalar que el ex oficial disfrutaba torturando, así como a veces -cuando ejecutaba sus prácticas- mostraba su cara y hasta manejaba su nombre real, seguro de que nada le sucedería.
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